Como continuación de lo que publiqué sobre Bolivia, voy a mostrar algunas fotos sobre el Salar de Uyuni. Es uno de los lugares que hay que visitar por lo menos una vez en la vida.
La población de Uyuni pertenece al departamento de Potosí y es una de las puertas de entrada al Salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del mundo, que se encuentra a más de 3600 metros sobre el nivel del mar.
Desde allí también se pueden visitar otras maravillas como las Lagunas de Colores o los Géiseres. Por desgracia, nuestro viaje se complicó con algunos incidentes y sólo pudimos ver el Salar.
A primera hora de la mañana aterrizamos en Uyuni, una ciudad polvorienta con calles sin asfaltar, azotada por el viento y el sol. Allí nos esperaba un muchacho que se presentó como nuestro chófer. Se ofreció a llevarnos a desayunar a una cafetería con wi-fi, café y croissants. Le dijimos que no éramos gringos, que queríamos desayunar en un puesto de la calle, al uso del Altiplano. Nos acomodamos en un banco corrido con más gente y la señora del puesto nos preparó unos tazones de humeante api. Es una bebida de color rojizo porque se hace con una mezcla de granos de maíz morado, agua, azúcar, canela y clavo. Desayunar a la intemperie con una temperatura ambiental bajo 0º C fue posible gracias a este delicioso líquido. Lo acompañamos con unas ricas sopaipillas (una especie de crêpe de harina de trigo frita) que la doña nos preparó en un fogón.
Antes de salir para el Salar nos dirigimos al Cementerio de Trenes. Es un lugar muy fotogénico porque está repleto de esqueletos de antiguas locomotoras que sufren todas las inclemencias meteorológicas del Altiplano.
Salar de Uyuni
Por aquí pasa el rally Paris-Dakar y posee la mayor reserva mundial de litio. Ojalá que todo esto no suponga la destrucción de un entorno natural tan valioso.
Geológicamente es el vestigio de unos lagos prehistóricos (Minchin y Tauca). Y es uno de los grandes destinos turísticos de Bolivia. En la población de Uyuni hay varios hoteles que están construidos con grandes ladrillos de sal.
El Salar es un lugar sobrecogedor. Una inmensidad de sal que se pierde en el horizonte en todos los puntos cardinales. Gracias a las roderas que dejan los vehículos es posible el orientarse de día. Aventurarse en él por la noche es peligroso porque no hay puntos de referencia.
Aunque parezca imposible que sucesos así ocurran en una llanura con visibilidad perfecta, en 2008 se produjo un terrible accidente. 2 vehículos con turistas japoneses e israelíes chocaron frontalmente, se incendiaron y el resultado fue que 13 personas murieron calcinadas. Los autos suelen ir cargados con bidones de gasolina ya que no abundan las estaciones de servicio.
Después de recorrer parte del Salar y hacer las típicas fotos donde se pierde la perspectiva, llegamos a la Isla Incahuasi (Casa del Inca en quechua) que está llena de cactus gigantes centenarios de la variedad Trichocereus pasacana.
Allí almorzamos y continuamos nuestro camino. Pero el viaje se complicó después de recorrer durante horas y más horas caminos solitarios, polvorientos y pedregosos. Daba la sensación de que en vez de hacer turismo estábamos huyendo de algo. No nos cruzábamos con ningún vehículo, ni atravesábamos pueblos. Detrás de los cerros aparecían más cerros y más montañas. Sólo encontrábamos de vez en cuando algún rebaño de llamas. Cuando nuestro chófer nos quiso dejar en un villorrio perdido en un lugar inhóspito, nos amotinamos. ¿Qué íbamos a hacer en lo que quedaba de día en un lugar aislado del mundo, en un hostal inmundo? Fueron momentos tensos porque ya eran las cuatro de la tarde y el sol comenzaba a bajar. No podíamos desandar el camino sin correr el riesgo de extraviarnos. El chófer no sabía qué hacer, si accedía a nuestras exigencias y nos llevaba de nuevo a Uyuni podía perder su puesto de trabajo y en aquel lugar tan apartado no había cobertura para telefonear a la agencia y exponerles nuestras reclamaciones. Después de intensas negociaciones con el muchacho y de alguna avería en el camino, conseguimos llegar con las últimas luces del día a Uyuni, dando un largo rodeo al Salar.
Algún día regresaré. Se quedaron muchas cosas en el tintero.
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