En el año 1944 para preparar la llegada de casi medio millón de judíos húngaros, los nazis ampliaron las vías de ferrocarril hasta el mismo Auschwitz II-Birkenau. Hasta entonces los prisioneros eran obligados a caminar desde Oświęcim.
En el momento en que el tren se detenía los prisioneros eran sacados a empellones de los vagones de ganado en los que habían pasado tantas horas hacinados. Muchos, los más débiles, perecieron durante el viaje. En el andén les aguardaban los soldados con perros pastores alemanes, oficiales de las SS, los kapos y los Sonderkommando .
Los prisioneros eran obligados a desprenderse de sus objetos personales en medio de una barahúnda formada por gritos y ladridos.
Puedes ver en las fotos montones de zapatos, maletas y utensilios diversos pertenecientes a los presos. Los SS ordenaban formar filas. Un médico de las SS los seleccionaba y decidía quien podía ser considerado útil para el trabajo forzado (mayores de 14 años). El resto, junto con la mayoría de los judíos, eran enviados directamente a las cámaras de gas.
Se les hacía creer que iban a las duchas y allí en las cámaras de gas eran asesinados con gas Zyklon B, un pesticida también llamado ácido cianhídrico con el que podían matar hasta 2.000 personas cada hora. Enseguida llevaban sus cadáveres a los hornos crematorios donde incineraban hasta casi 1.500 cuerpos cada 24 horas.
También en Auschwitz fue asesinado el sacerdote franciscano polaco Maximilian Kolbe. A finales de julio de 1941, tres prisioneros se fugaron del campo de concentración. Cuando ocurría alguna fuga, como represalia, los nazis elegían al azar diez prisioneros y los condenaban a morir de hambre en una celda subterránea. Uno de los hombres seleccionados, que se llamaba Franciszek Gajowniczek, comenzó a lamentarse:
––¡No quiero morir! ¡Tengo mujer e hijos! ¿Qué va a ser de ellos?
Kolbe se dirigió al SS-Hauptsturmführer y le dijo que se ofrecía voluntario para morir en lugar de ese hombre.
Al cabo de dos semanas, Kolbe, inexplicablemente aún estaba vivo. Los nazis terminaron de ejecutarlo con una inyección letal de fenol.
Gajowniczek sobrevivió a Auschwitz y pudo contar la proeza de Maximilian Kolbe.
Y para entender esta barbarie qué mejor que leer a Primo Levi…»Si esto es un hombre» para empezar.